“¿Por qué su mundo y el nuestro está dividido?” es una pregunta literal de Vanesa, una chiquita de veintidós años llena de inquietudes, con una sensibilidad exquisita, bloguera, escritora, pero a ojos de muchos fundamentalmente –o casi únicamente- una persona con discapacidad intelectual. Vanesa habla desde su día a día donde las dificultades se agrandan porque las miradas ajenas son a menudo miradas sesgadas. Pero Vanesa no es solo los ojos que la miran, sino los ojos que miran y ella mira al mundo mientras se declara feliz y llena de proyectos.
El peso de esas miradas focalizadas en una condición, en una etiqueta, la de la discapacidad intelectual, es un lastre con el que caminan las personas que llegan a la Escuela de Pensamiento Libre (EPL). Llevan una vida arrastrando esa bola de preso, a veces más cansados y a veces más ligeros; según el día, según el ánimo o según aquellos que se cruzan en el camino. Porque nos hacemos humanos entre humanos, porque somos seres sociales que necesitamos sabernos queridos, sentirnos valorados. En lo esencial tan iguales y empeñados en construir un ranking por nuestras diferencias. Y como la historia del elefante encadenado de nuestras sesiones en la escuela, si nos sueltan las cadenas no nos atrevemos a andar porque nos han dicho tantas veces que no podemos hacerlo que nos lo hemos creído. Y entonces, que alguien crea en nosotros, nos ayuda a dar el primero de muchos pequeños pasos que nos pueden llevar muy lejos, hasta el infinito y más allá.
Este es el misterio de nuestra escuela, la Escuela de Pensamiento Libre, algo en principio muy simple: abrir la mirada a la totalidad de la persona, no detenerse en un coeficiente de inteligencia porque ni tú ni yo somos un número, fijarse en lo que podemos hacer y no en lo que resta, en las potencialidades y no en los déficits, ver el vaso medio lleno en vez de medio vacío. El vaso es el mismo, pero la mirada es otra.
Escuela de Pensamiento Libre: abrir la mirada a la totalidad de la persona… Share on XEducar la mirada
Y la mirada se educa. Yo llevo dos años trabajando y aprendiendo con las personas con discapacidad intelectual y mi mirada comenzó a educarse ya de niña porque mi primera maestra fue mi hermana. Tres años mayor que yo, con sus enormes ojos para atisbar el mundo desde aquella atalaya a la que nos costaba acceder diagnosticada como estaba en aquel entonces de subnormal profunda. Pero era ella y eran todos los otros niños de la comarca, con diagnósticos a veces más optimistas y miradas igualmente intensas. Y tan natural era turnarme la bicicleta con mi hermano como ayudar a dar de comer a mi hermana mientras ella se reía. Porque cuando yo le daba de comer siempre se reía.
No creo que fuéramos niños especiales, niños con y sin discapacidad. Todos éramos niños que simplemente nos reconocíamos como tales. Y así de normales son las cosas para aquellos que convivimoso hemos convivido con alguna persona con discapacidad intelectual, con personas a los que queremos porque son nuestra familia, porque son nuestros compañeros, nuestros amigos. Nunca fue tan cierto aquello de “el roce hace el cariño”. Por eso es tan necesario que nos conozcamos, que nos perdamos el miedo, que nos mezclemos, que nos riamos juntos, que valoremos nuestras diferencias porque como dice Luis José –una persona con discapacidad intelectual y Maestro Socrático de la Escuela de Pensamiento Libre- “si todos fuésemos iguales sería un lío”. ¡Y claro que sería un lío! Porque entonces no podríamos distinguirnos, no sabríamos ni quiénes somos porque nos reconocemos como personas precisamente entre los otros, sabiéndonos igualmente valiosos pero distintos.
Hay que conocerse para re-conocerse, de ahí que sea tan importante que las personas con discapacidad intelectual sean cada vez más visibles, que formen parte activa de la sociedad, que ejerzan su condición de ciudadanos, que hagan oír su voz, que participen, opinen y argumenten. En esta recuperación de la voz trabaja la Escuela de Pensamiento Libre. No es una escuela al uso, sino al desuso porque en nuestra sociedad no hay costumbre de darle a la persona con discapacidad intelectual ese espacio necesario para atreverse a pensar, para identificar sus emociones, para expresar sus valores; ese espacio para aprender con los otros y los otros con ellos, personas con y sin discapacidad intelectual juntas construyendo una comunidad.Un aprendizaje que nada tiene que ver con la historia de fracaso escolar que arrastran en su paso por la enseñanza reglada, basada tradicionalmente en la transmisión de contenidos, sino un aprendizaje en el que se valoran las diferencias; es más, en el que la propia metodología se nutre de ellas.
Escuela de Pensamiento Libre: personas con y sin discapacidad intelectual construyendo una comunidad. Share on XLos alumnos de la Escuela de Pensamiento Libre son personas adultas, algunas muy jovencitas –como nuestra escritora Vanesa- y algunas de avanzada edad, pero todas cuentan una historia repetida: las trabas de un sistema educativo donde no encajaban y el peso de la mirada de los otros niños. Fueron víctimas de bullying antes de que adoptásemos el término inglés. Lo que llama especialmente la atención es que en estas historias de acoso -compartidas en los momentos de descanso de nuestras jornadas en la EPL- recalcan que fue una liberación pasar del colegio de su barrio a un Centro de Educación Especial. Por primera vez, entonces, no se burlaban de ellos; por primera vez no estaban solos en las excursiones ni eran los mayores de clase, por primera vez eran uno más. Algunos compartieron pupitre en la infancia y recuerdan con risas las anécdotas escolares. Los que estuvieron en los dos sistemas declaran que fueron, sin duda,más felices en el Centro de Educación Especial.
¿Qué ha pasado entonces? ¿Sigue sucediendo? Abogamos por una educación inclusiva, por una sociedad inclusiva, por mezclarnos, por no crear guetos, porque el mundo es para todos. Abogamos por esa inclusión que, si no es plena, ya no es inclusión. Pero nada tiene sentido sin educar la mirada. Nada tiene sentido hasta que aprendamos a mirar al otro desde el mimo del cuidado. De ahí la importante labor de los docentes, de todos esos profesores que se encuentran en sus aulas con un colorido abanico de diferencias, entre ellas con niños con necesidades educativas especiales. De todos esos docentes que, ya desde la Educación Infantil, son guías de obras de arte.
Nada tiene sentido hasta que aprendamos a mirar al otro desde el mimo del cuidado. Share on XUna maestra de maestros, mi querida Carmen Loureiro, nos enseñó a muchos compañeros de Filosofía para Niños a distinguir ´la mirada flash´ de la ´mirada zoom´ ante una creación artística. La ´mirada flash´ es esa mirada rápida de cuando circulamos ligeros por las salas de un museo. La ´mirada zoom’ es la mirada atenta, reveladora de matices, plena de sugerencias. Es la mirada que se va posando en las distintas partes de una obra de arte para descubrirlas, pausada de una parte a otra sin quedarse anclada, hasta abrir el cuadro. De forma que cuando volvemos a alejar el objetivo y a contemplar el conjunto lo redescubrimos mucho más rico, lleno de historias que nos ha contado, de olores que hemos oído, de sonidos que hemos saboreado.
Cada profesor es el guía de valiosas obras de arte, de cada uno de los alumnos que le miran y a los que tiene que educar en mirarse. Dice Marina –otra de nuestras Maestras Socráticas en la Escuela de Pensamiento Libre- que “la educación es herramientas más cariño”. El docente tiene las herramientas que le aporta su formación, ha de tener cariño por las obras de arte que le han sido encomendadas, ha de educar desde ese cuidado y en ese cuidado, ha de enseñar a pasar de la ´mirada flash´ a la ´mirada zoom´; de forma que, cuando esos niños miren a nuestra querida Vanesa -o a muchas posibles pequeñas Vanesas- vean a una persona creativa, alegre, ¿con discapacidad intelectual?, ¡también!, divertida, con la que compartir buenos momentos. Es decir, que al mirar la obra de arte que es el otro, cambien la mirada sesgada por ´la mirada educada´.
Mientras eso sucede, los alumnos de la Escuela de Pensamiento Libre avanzan en la recuperación de su propia voz. En ese caminar conjunto llegamos a Córdoba en octubre de 2016. Córdoba, una ciudad variopinta como nuestro propio grupo. Allí se celebró el I Encuentro de Prácticas Admirables de Plena Inclusión, la organización que representa en España a las personas con discapacidad intelectual o del desarrollo. En ese encuentro había catorce prácticas finalistas en el mundo de la discapacidad intelectual, seleccionadas por un jurado de expertos entre un total de casi trescientas, que optaban al premio de Práctica Excelente. Entre ellas, nuestra escuela.
A ese encuentro, profesional, donde -además de la presentación de las prácticas finalistas- se podía disfrutar de interesantes ponencias, asistieron cuatrocientas personas. De esas cuatrocientas personas, aquellas con discapacidad intelectual se podían contar literalmente con los dedos de las manos. Una de esas manos era de librepensadores. Profesionales, técnicos, líderes de buenos proyectos desplegando datos, hablando de las personas con discapacidad intelectual sin las personas con discapacidad intelectual. Solo en la presentación de tres de las prácticas finalistas participaron ellas. Solo en tres de las prácticas finalistas se escuchó directamente su voz. Una de esas tres prácticas fue la nuestra. Mostrar en vez de demostrar. Cuando eso ocurre, el efecto es potente y contagioso. Los Maestros Socráticos de la EPL tomaban la palabra para preguntar a sus compañeros. En medio de aquella sala repleta de cuatrocientas personas resonaban sus voces, sus opiniones, sus observaciones. Las voces de aquellos que ya saben que tienen voz y la hacen oír. No hay nada tan poderoso como el ejemplo, como verse reflejado al mirar al otro, a aquel que está en el escenario hablando de sí mismo, de sus vivencias, de sus pensamientos. No hay nada tan poderoso como saberse valioso y digno por derecho propio de hablar ante cuatrocientas personas. Y eso hizo Rafa –gran Maestro Socrático de la EPL- hablar claro con su entrecortado lenguaje al presentar la Escuela de Pensamiento Libre y al recoger el Primer Premio a Práctica Excelente.
Los premios son reconocimientos, primero te conocen y luego te re-conocen. Este premio es de todos, de todas y cada una de las personas que forman la EPL y de todas y cada una de las personas que la apoyan. Es el fruto de mucho trabajo y de mucha ilusión. Como dice Mireia -alumna de la segunda edición de la escuela y que formará parte del claustro en la edición 2017- “este equipo ha ganado porque tenemos tres cosas: lucha, humildad y capacidad”.Este premio es de todos porque hubo dos personas que nos abrieron la mirada, que supieron ver más allá de la etiqueta, que contagiaron su entusiasmo a profesionales de la discapacidad intelectual que hoy también son Maestros Socráticos, que embarcaron en esta aventura a profesionales de Filosofía para Niños, que convirtieron la Escuela de Pensamiento Libre en una utopía posible. Mi agradecimiento a Chema Sánchez Alcón y a Juan Carlos Morcillo, fundadores de la Escuela de Pensamiento Libre, a todos y cada uno de los librepensadores de la escuela y a mi hermana, por educar la mirada de tantos. Y por educar mi mirada.
Imagen destacada: Dmitry Ratushny
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