¿Qué hacer si mi pareja me grita delante de mis hijos? Consecuencias y soluciones

¿Qué hay detrás de quien es incapaz de dar un argumento sin gritar? ¿Por qué hay personas que no saben discutir sin levantar la voz? Más aún, ¿y si esa persona que nos maltrata con su comunicación violenta es nuestra pareja? Veamos qué podemos hacer.

Se dice que el animal que grita con mayor intensidad es el mono negro aullador. Su grito puede viajar a lo largo de 5 km a través de la densa selva sudamericana. Sin embargo, si evidencian esta característica es por varias razones. La primera para proteger su territorio y la segunda para alertar de posibles riesgos y amenazas al grupo. Todo tiene un fin y un sentido en el mundo animal.

Ahora bien, en el territorio de los seres humanos no sucede lo mismo. ¿Por qué gritamos las personas? Por lo general, el grito es una función expresiva con la que transmitir sorpresa, miedo, ira o indignación. También recurrimos a ese mecanismo para alertar a otros de un peligro, tal y como sucede en el reino animal. Más allá de estos mecanismos, dicho acto está fuera de lugar.

Sin embargo, ahí están quienes son incapaces de hablar sin gritar; quienes, a falta de argumentos, arremeten con su voz a mil decibelios. Y, en efecto, estas dinámicas resultan lesivas para quienes son depositarios de dichos arrebatos, de estos actos que desestabilizan, hieren y preocupan. Porque nada puede ser tan adverso como tener unos cuidadores o una pareja que nos grita.

Muchos concluirán que la mejor estrategia es abandonar a esas personas cuanto antes.Si mi pareja me grita cuando discutimos, lo más probable es que piense que eso no es normal. Es comprensible, a nadie le agrada que le levanten la voz. En cierto modo, lo tenemos interiorizado desde la infancia. Cuando el volumen de quien se dirige a nosotros se eleva, experimentamos estrés, miedo o indignación.

Ahora bien, ¿es realmente inusual que durante las discusiones recurramos a ese tono más alto?

Lo cierto es que, en una relación de pareja, no es extraño que se alce la voz en medio de un conflicto y a medida que las emociones se vuelven más intensas. Como es de suponer, no nos dirigimos del mismo modo al ser amado cuando estamos tranquilos que cuando experimentamos cierta frustración. El grito conforma también una forma de catarsis emocional, y en ocasiones cuesta regularlo.

Una investigación de la Universidad de Zúrich afirma que hay al menos 6 tipos de gritos en el ser humano y todos están mediados por nuestra carga emocional. Por tanto, que suceda esto entra dentro de lo “normal”. Hay veces en que, de forma puntual, las emociones nos “secuestran” y se apaga, momentáneamente, esa área más reflexiva del nuestro cerebro.

El problema llega cuando compartimos vida con una persona que hace del grito su forma de comunicación.

¿Cómo COMUNICARME con mi PAREJA sin PELEAR? (en 3 pasos)

¿Por qué me grita mi pareja cuando discutimos?

“¿Podrías hablarme sin recurrir al grito?”. Es muy posible que más de una persona haya pronunciado esta frase infinidad de veces a quien le levanta la voz. Y, por lo general, eluden la respuesta. De hecho, es común que, lejos de responsabilizarse de su conducta, atribuyan al otro la responsabilidad de lo sucedido. Porque quien usa el grito como forma de comunicación no siempre ve un problema en ello.

La razón de no querer tomar conciencia de esa dinámica destructiva en una relación puede deberse a varios factores. Asimismo, haber tenido unos progenitores violentos eleva la hipervigilancia, el “estallar” en casi cualquier momento como resultado de ese trauma latente no abordado. Baja resistencia a la frustración, intolerancia a que le lleven la contraria. Hay quien ve una discrepancia como una forma de amenaza y reacciona con violencia. También puede darse otra realidad más problemática. En ocasiones, hay personas con un nivel muy bajo de empatía habituadas a descargar su ira hacia los demás. El grito constante en la comunicación expone al cerebro a un estímulo altamente estresante.

Los padres que se gritan entre sí con sus hijos delante, deben saber que pueden herir gravemente el alma de los hijos que les están escuchando. Vivir en primera persona esta situación entre sus padres, puede dejarles gravemente heridos y con secuelas psicológicas de por vida. Tolerancia Cero a gritar y discutir delante de los hijos. Esta comunicación afectiva y familiar, tan negativa como hábito hace que los hijos empiecen a vivir sentimientos de agresividad de manera indirecta que les excita, les bloquea al hablar y les impide dormir. Hay otros que empatizan tanto con los efectos negativos que le producen las discusiones y gritos de sus padres, que terminan por no querer ir a celebraciones sociales y familiares.

¿Qué puedo hacer si mi pareja siempre alza demasiado la voz?

Si mi pareja me grita cuando discutimos y dicha práctica es una constante, esa relación está en crisis. Lo está porque nadie puede vivir ni tolerar tanta tensión, desgaste y agresión emocional. Recordemos que levantar la voz de manera constante al ser amado es una forma de agresión psicológica y, por tanto, algo que no podemos tolerar.

Ahora bien, ¿significa esto que debemos poner distancia y romper al instante dicho vínculo? En caso de que la convivencia sea correcta, respetuosa y solo pierda los papeles durante las discusiones y las discrepancias, vale la pena abordar el problema. Estas son las claves que podríamos llevar a cabo.

1. Si hay grito, no hay comunicación

En el momento en que tu pareja eleve la voz en medio de una discusión, niégate a continuar. Hazle ver que esa dinámica no es válida ni permisible. Lo último que debemos hacer es imitarle, gritar más alto. Evitemos esa situación y recurramos al silencio en cuando su tono sea agresivo y desmesuradamente alto.

2. Pregúntale por qué recurre al grito

“¿Te gritaban en casa? ¿Por qué necesitas elevar la voz a la hora de comunicar? ¿Qué sientes cuando discutimos? ¿Ves las discrepancias entre nosotros como una forma de amenaza?”. Sondeemos la razón por la que nuestra pareja necesita recurrir al grito, intentemos al menos que haga un ejercicio de autoconciencia.

3. Pide cambios en la forma de comunicar e incentiva su empatía

Nadie merece vivir en una relación en la que los gritos son una constante. Levantar la voz de manera puntual, esporádica y aislada durante alguna discrepancia, es común en una relación. Sin embargo, cuando dicha dinámica es de lo más recurrente, exijamos cambios.

Explica a tu pareja lo que sientes cuando te grita, logra que empatice contigo. Déjale claro que no puedes seguir en dicha dinámica y que, por tanto, debe comunicarse mejor.

Anímale a ir a terapia en caso de que se vea sobrepasado en dichas situaciones y no sepa cómo manejar sus emociones.

4. En caso de no ver cambios, toma una decisión

Si mi pareja me grita y no atiende a mis demandas de cambio, ni empatiza en cómo me siento, deberé tomar una decisión. Bien es cierto que resulta difícil dejar atrás una forma de comunicación en la que, posiblemente, uno se ha educado. Sin embargo, tarde o temprano, quien eleva la voz, debe darse cuenta de los efectos nocivos de dicha costumbre.

En caso de que no desee hacer nada por manejar esa dinámica tan lesiva, en nuestras manos está pensar qué deseamos para nuestra vida. Evitemos reforzar el pensamiento mágico y la idea de que en algún momento cambiará.

Discutir delante de los hijos: ¿es dañino?

En este artículo, Leticia Garcés nos explica por qué discutir delante de los hijos, sin gritos, se convierte en una estrategia útil para que ellos también se entiendan.

¿Por qué recomiendo discutir delante de los hijos? Porque entiendo que cuando dos adultos discuten, se esfuerzan por entenderse, intentan escucharse y ponen de su parte para llegar a un acuerdo donde a veces cede uno y otras veces el otro, incluso según el tema, toma la decisión uno de los dos confiando en su buen criterio. ¿Qué mal le puede hacer a un hijo ver cómo dos personas practican las distintas competencias emocionales cuando surge un problema de comunicación?

Está claro que, si esto te parece una utopía y en tu caso no se cumple, el problema no es que a tus hijos les puede hacer daño verte discutir, sino que a ti te hace daño discutir sin competencias emocionales, dejándote llevar por tu enfado sin poder gestionar tu rabia para poder explicar realmente lo que te preocupa.

Soy consciente de que no es fácil discutir bien cuando te sientes mal, pero muchas veces les exigimos a los hijos que no se peleen ni se griten incluso aplicando castigos cuando riñen por el mando de la televisión y lo cierto es que si aplicáramos el mismo criterio entre los padres muchos no saldrían de su habitación como consecuencia de su mal comportamiento. ¿Te imaginas? “¿Dónde está papá o mamá? Castigado en la habitación por haber gritado”.

Lo sé, suena ridículo pensar en castigarnos como padres por no saber comunicarnos con respeto, pero a veces ayuda mucho poner ejemplos absurdos para entender que si bien de esta manera es difícil mejorar las competencias emocionales, nuestros hijos tampoco lograrán gestionar mejor su frustración porque apliquemos este tipo de consecuencias sin lógica ninguna.

Muchos padres me dicen, “me gustaría no llegar a gritar a mis hijos así” o “me gustaría no enfadarme tanto con mi pareja cuando les corrige de una manera con la que no estoy de acuerdo”. Ante esto tengo que decir que valoro mucho el deseo de mejorar las competencias parentales pero la actitud es una cosa y la aptitud otra, esto segundo se entrena y en la medida que se actualizan los conocimientos sobre lo que sí beneficia a la crianza podemos mejorarla.

Y sí se puede, primero se desea, hay que tener la intención de mejorar y luego nos ponemos manos a la obra.

Cinco formas de mejorar la comunicación con la pareja

  • No intentes no gritar: Tus emociones son como una olla a presión, todo lo que intentas que no salga se acumula y cuando ya no puedes contener más presión por algún lado tiene que salir. Cuando intentas no gritar acumulas sensaciones desagradables que se suman a otras que puede que no hayan salido antes, por eso surgen los reproches, porque no se han dicho muchas cosas y cuando se dicen ya huelen a podrido. Por lo tanto, es mejor que grites no que le grites, pero pon palabras conscientes y da media vuelta. “Ahora estoy muy enfadada con la situación, no voy a seguir hablando de esto porque no voy a lograr decirte bien lo que siento”.
  • No saques trapos sucios: Frases que hacen alusión a experiencias pasadas unidas a temas actuales hace insoportable el ambiente e imposible la conversación. Si hay un tema del que no has hablado, que no le quite protagonismo al que acabas de sacar porque seguramente no atiendas bien ninguno de los dos. Habla de lo que acaba de suceder y expresa tu intención de hablar de lo que tienes pendiente “me gustaría hablar contigo también sobre algo que sucedió el martes que necesito resolver…”.
  • No le digas lo que hace mal: Muchas veces tendemos a juzgar la conducta de la pareja desde nuestro punto de vista, por ejemplo, si yo estoy tranquila y veo como mi pareja grita a nuestra hija quizás le diga, “no le grites así a la cría” y quizás me toque escuchar “si te pones de su lado me quitas autoridad”. Realmente esto no sería un problema porque la autoridad es difícil quitarla, más bien se pierde cuando uno no actúa desde el respeto, pero lo cierto es que cuando se hacen este tipo de comentarios no tenemos en cuenta el estado emocional de la pareja y que en ese momento cualquier comentario que se le haga puede aumentar su malestar, por lo tanto, más que calificar su comportamiento, ayúdale a apagar el fuego que está sintiendo, échale un cable, quizás si siente que tu intención es ayudarle a manejar la situación no reaccione así.
  • No regañes a tu pareja: Parece surrealista, pero es muy habitual, lo he visto varias veces “parece que tengo tres hijos, mi marido se comporta como un crío más” o “su madre no hace más que consentirlo”. Este tipo de comentarios hace que actuemos por libre, sin coordinarnos ni intentar entendernos. Lo queramos o no, vamos en el mismo barco, a veces uno lleva el timón y cuando uno descansa delega la navegación en el otro desde la confianza de que todo irá bien, vamos juntos, hacia un mismo destino, un mismo objetivo y cuando las aguas están turbulentas tenemos que ponernos de acuerdo porque nuestros hijos navegan con nosotros y este barco no se puede hundir.
  • No tires la toalla, a ser pareja también se aprende: La separación no es un problema cuando la relación de pareja es inexistente, pero hay relaciones que funcionaban muy bien hasta experimentar la paternidad, ahí empezaron las discusiones porque se conocían de muchas maneras pero la faceta de madre y padre es nueva para todos, por lo tanto puede que de repente convivas con un desconocido, tu pareja actúa diferente como padre y quizás jamás imaginaste que actuara así. Es normal, estáis adquiriendo un nuevo rol y además nada fácil por todas las emociones que se van despertando. Pero creedme a ser pareja también se aprende y a ser equipo educativo ni te cuento. Quizás hay que pedir ayuda y dejarse ayudar por un profesional porque crear una familia juntos es un gran reto para el que a veces, cuatro manos no son suficientes.

Señales de alerta

La violencia en una relación de pareja puede comenzar lentamente y ser difícil de reconocer. Por ejemplo, cuando dos personas apenas están comenzando a salir, es normal que quieran pasar mucho tiempo juntas.

Si has iniciado recientemente una relación en la que pesan más el control y los celos, y aparecen alguna de las actitudes que citamos a continuación, te recomendamos estar alerta y actuar. Algunas señales de alerta son:

  • ¿Mi pareja me falta al respeto o me insulta? Espera a ver su primer enfado ¿Cómo reacciona?
  • ¿A mi pareja le caen mal mis amistades y mi familia?
  • ¿Tengo miedo de decirle algo a mi pareja?
  • ¿Mi pareja me grita?
  • ¿Mi pareja controla mis actos?
  • ¿Has dejado de hacer las cosas que te gustan?
  • ¿Revisa tus pertenencias?
  • ¿Te dice palabras feas? ¿Quién te va a querer? ¿me das asco?
  • ¿Te estropea las ocasiones especiales? ¿actuaciones, cumpleaños, bodas?
  • ¿Te mira con ojos inquisidores por todo?

Una relación saludable es aquella basada en los principios de confianza y respeto mutuo. ¿Cómo identificar las primeras etapas de violencia en las relaciones de pareja? Manipulación y chantaje emocional. ¿Cómo reconstruirte después de sobrevivir a una relación violenta?

SOLICITA AYUDA. NO TE RINDAS. Trabaja tus herramientas: Autoestima, autoconcepto, trabaja el YO, lo más importante eres tú. ¿Cómo Detectar una Relación Violenta?

En el primer caso, los niños, que aprenden por imitación, ven una manera eficaz de comunicación y aprenden que no es necesario elevar la voz para darnos a entender y ven que los turnos de palabra se respetan, además aprenden que pueden expresar sus opiniones. En el segundo caso, los niños aprenden que para hacer respetar su opinión es necesario gritar y ofender a los demás.

Puede pasar también que, si la discusión es sobre si el niño tiene que realizar determinada actividad o no (por ejemplo irse a la cama a las 21:00 o a las 22:00), el niño juegue con los padres y haga lo que a él le interesa porque existe una división de opiniones; también puede suceder que deje de hacer caso a los progenitores porque si entre ellos no se respetan, el niño no ve la obligación de respetarles.

Efectos en los niños según su edad:

  • Entre los 0 y los 18 meses: parece que los niños son demasiado pequeños para darse cuenta de lo que sucede a su alrededor, pero lo cierto es que sí les afectan las discusiones.
  • De 18 meses a 3 años: A esta edad los niños reaccionan llorando y gritando para llamar la atención de sus padres y, así, lograr que paren.

La estabilidad familiar es fundamental para la estabilidad emocional de los hijos. La clave es saber cómo gestionar la discusión de las diferencias de manera que no afecte a los niños. Buscar un momento en que los niños no estén cerca y puedan oírnos. Si por un casual empezamos a discutir delante de los hijos, debemos mantener la calma y no perdernos el respeto. Intentar mantener un diálogo constructivo que aporte soluciones al problema. Tras solucionar la desavenencia, si la discusión ha sucedido ante los hijos, es importante explicarles que en ningún caso ha sido culpa suya.

Discutir delante de los hijos nunca es recomendable. Es importante distinguir entre discusión y pelea. Una disconformidad resuelta de manera constructiva con respeto, y moderación puede resultar un aprendizaje de control emocional y resolución de conflictos para el niño. Saber debatir es fundamental para solucionar un conflicto, sobre todo si éste surge delante de los niños.

Hay veces que uno puede necesitar gritar de enfado, de stress o de pena. Cuando uno grita a segundas personas y delante de terceras personas, ya no puede controlar el daño que puede hacer a quien le esté escuchando. Cada grito para él es como si le hicieran daño y sangre.

La importancia del respeto mutuo en la crianza

Dicen que los hijos son el motivo de muchos conflictos en la pareja. Pero realmente no son los niños los culpables, sino nuestras diferencias a la hora de educar. Son incontables los mensajes que recibimos de molonas diciendo que sus parejas no quieren educar en positivo.

  • “Le digo que así no”
  • “No quiero empezar el curso hasta que él se siente conmigo”
  • “Le estoy esperando para que lo hagamos juntos”
  • “Yo me esfuerzo en educar en positivo y él echa mi trabajo por tierra”
  • “Me siento frustrada, incomprendida…”

Si lo que haces no funciona… ¿por qué seguir haciendo lo mismo?

En uno de los talleres que ofrecimos el fin de semana pasado en Bilbao, un papá dijo que estaba ahí porque su mujer había dejado de insistirle en que tenían que educar en positivo. Según él, aunque era escéptico a esta “moda” de educar en positivo, al ver a la madre de sus hijos en acción y empezar a ver los frutos que se recogen educando así, decidió VOLUNTARIAMENTE dar el paso.

Sí, amigas, de la misma manera que nuestros hijos se sienten amenazados ante nuestras órdenes, porque tocamos directamente en su sentimiento de pertenencia; los adultos también se sienten amenazados cuando les intentamos obligar a algo.

Por eso siempre me oiréis decir: Mari, no insistas y céntrate en tu proceso. Pero ¿y si me boicotea? HÁGAMOS UN PACTO

Yes, si cada uno decide educar con un estilo diferente, hagamos un pacto donde uno respeta la forma de actuar del otro. Un pacto en el que NO nos desautorizamos delante de nuestros hijos. Un pacto en el que si uno está actuando, el otro respeta y no interviene para llevar la contraria.

Y si nuestros peques vienen a decirnos:

“Papá me ha gritado” (traducción: “venga, madre respetuosa, ve y échale la bronca que no está educándome en positivo”)

Responsamos con un:

  • ¿Qué podrías hacer la próxima vez para ayudarle a no gritar?
  • ¿Necesitas un abrazo?
  • ¿Cómo te has sentido?

Los juicios a nuestra pareja en ese momento, no los verbalizamos (ni pongas los ojos en blanco, que una imagen vale más que mil palabras).

Así que, en la medida de lo posible, ensayad frente al espejo vuestra mejor cara de lechuga: sin expresiones de enfado, sorpresa, sin esos míticos ojos en blanco…

Cada vez que consideramos que nosotros tenemos razón y que el otro no tiene ni idea, estamos mostrando una actitud de superioridad con respecto al otro. Y no, que el otro no crea en la educación positiva no se debe a que es un ser inferior, sino a que tiene sus mochilas del pasado, su historia, sus patrones adquiridos durante la infancia… mírale con la compasión y comprensión con la que miramos a un niño herido.

Si hablamos de respeto mutuo, no solo hablamos de aplicarlo con nuestros hijos, sino también con nuestra pareja y con nuestro entorno.

Seamos ejemplo, aunque no estemos de acuerdo. No hagamos equipos. No compitamos. Porque en una competición siempre hay uno que gana y otro que pierde. En la familia deberíamos remar todos juntos. Solo que, a veces, uno decide tirar para Cuenca y el otro hacia Valladolid. Y eso es normal, eso es humano.

Hablemos desde el no juicio. Entendamos que el otro no confíe en la educación positiva, porque TODAVÍA no la ha experimentado en sus carnes, porque tiene miedo a que sus hijos salgan “malcriados”, porque no se fía de estas cosas modernas, porque toda la vida se ha hecho de otra forma y “no hemos salido tan mal”… ejem, ejem…

Echa las expectativas por la taza del wc y tira de la cadena. No existe la pareja perfecta, ni la familia perfecta. Tira tus altas expectativas por el wc y céntrate en lo que tienes. Lo normal es que no estemos de acuerdo en todo. Y eso mismo lo van a experimentar nuestros hijos en su vida. Así que demos ejemplo. Mamá y papá no siempre están de acuerdo, pero se respetan, se dan su espacio, hablan las cosas, no se reprochan, si se enfadan se toman su tiempo y respiraciones para recomponerse antes de seguir hablando, cuando se equivocan se piden disculpas y buscan soluciones.

Deberíamos hablarnos con humildad, no desde la superioridad del “yo tengo razón y tú no tienes ni idea”. Sino “voy a probar a hacerlo de esta forma, quizás me equivoque, pero voy a probar”. Si decidimos educar de forma distinta, poneos de acuerdo para que el respeto del uno al otro sea la base de vuestra actuación como referentes de vuestros hijos. Recuerda que nuestros molones nos observan toooodo el rato.

Céntrate en tu camino. La mejor forma de “sembrar” es hacerlo desde el ejemplo. Céntrate en tu camino, haz el curso online, ven a un taller presencial, apúntate a las sesiones en directo del Family Training, empápate, entrénate, práctica este nuevo idioma, equivócate y busca nuevas soluciones.

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